Cerró el Mariscal, la posta cultural e intelectual de los correntinos

Por tres décadas fue la tradicional esquina de los intelectuales. Por allí frecuentaban artistas, periodistas y políticos, pero también supo ser el refugio de los bohemios. Después de varios intentos por sostenerlo, sus propietarios decidieron cerrarlo definitivamente.

Una puerta de madera lo separaba del mundo, casi como si fuera el fragmento de una saga literaria, donde su interior aguardaba algo mágico y sensible, ese encantador lugar conocido como café El Mariscal dejó de latir. Después de 30 años cerró esa puerta mágica dejando a su paso el recuerdo de un lugar que pasó de ser solo un café-bar para convertirse en la meca cultural e intelectual de los correntinos.

Ubicado en el corazón de la ciudad, logró su lugar, un descanso necesario para la actividad política por su cercanía a Casa de Gobierno y la Legislatura provincial, y que por su calidez arquitectónica oficiaba de anfitrión para encuentros entre funcionarios. Por esas mesas disfrutó del placer de un café con chipá, por ejemplo, el expresidente de la Nación, Raúl Alfonsín, o personalidades de la política como Graciela Fernández Meijide, Rafael Bielsa, Estela de Carlotto, Fernando “Pino Solanas, entre tantos otras.

Pero su mayor valor fue la generosidad con la cultura, principalmente la intelectualidad, un ejercicio muy común en este refugio de letrados. Estas misas mariscaleras tenían un encanto particular, todavía se recuerdan los prodigiosos encuentros de la mesa de los “Dinosaurios”, un cónclave de pensadores de vocación, escritores y periodistas, que convergían con frecuencia en el antiguo edificio para acuerdos y desacuerdos, encuentros y desencuentros de opiniones y filosofía. La conversación fluía como el río, una sabiduría plausible que deleitaba a aquellos privilegiados que tenían la oportunidad de disfrutarla en las mesas circundantes.

Las voces de periodistas de la talla de Carlos Gelmi, Ernesto Veragua, Carlos Buratti, Mario Roteta Lacarrié, Omar Vallejos, Miguel Meza o Gilberto Starck también fueron parte. Además esas extensas sobremesas sumaban las genialidades de destacados escritores como Marcelo Fernández, Darwy Berti, Girala Yampey, Juan José Folguerá, Alejandro Mauriño en algún momento también Marily Morales Segovia o el caricaturista Mario “Chaque” Mauriño, entre otros que compartían el maravilloso ritual del diálogo. “El Mariscal, un café atípico”, lo consideró alguna vez Berti.

El aroma a café se entremezcla también con el olor de los libros y quienes tenían el placer de la lectura, no dejaban pasar la oportunidad para disfrutar una “hojeada” servida gratuitamente por la Biblioteca de Autores Correntinos “Juan José Folguerá”, que tanto atesoró el dueño del bar, Alcides Romero. Un envejecido mueble de tres metros de largo, que perteneció al ex Hotel Buenos Aires (Carlos Pellegrini 1558 – hoy Poder Judicial).

Allí se conserva un patrimonio de cerca de mil libros donados por escritores y personas que colaboraron para instaurar la biblioteca.

Las artes plásticas y las artesanías tuvieron un lugar preponderante en El Mariscal, y era frecuente encontrarse con muestras y exhibiciones de obras maravillosas de distintos artistas regionales. También, pincelaron sus noches destacados pintores José Mizdraji, Mati Obregón, Chela Gomez Morilla, Rodolfo Schenone, entre tantos otros.

Además, el teatro regional dejó una sensible huella entre estos viejos ladrillos. Funciones y talleres dieron vida allí a fantásticos encuentros donde uno podía disfrutar del talento y la creatividad de por ejemplo Dante Cena, Raúl Sorabella, Ricardo Calderón de la Barca, entre muchos otros referentes de las “tablas”.

En sus paredes también resonaron las melodías de numerosos músicos de distintos géneros (especialmente el rock, tango, jazz o blues) y para muchas bandas del off se convirtió en una interesante vitrina. En el último año refugió al escenario del chamamé por excelencia, el Centro Cultural Cantalicio, que permitió que el género musical tenga un espacio preponderante.

Por allí se la vio a la brasileña María Creuza y destacados músicos nacionales como Javier Malosetti, Marcelo “Guilespi” Rodríguez por nombrar algunos.

Los últimos “trastos” del bar se van quitando, de a poco, lentamente por Alcides Romero con una triste nostalgia a cuestas mirando de reojo el esqueleto de la antigua arquitectura del edificio, que alquiló desde 1990 y que se convirtió en su propio mundo, su propia vida. Intentó hasta las últimas fuerzas sostener el café, de sacarlo de la terapia, pero no resistió los síntomas de una economía feroz. “La verdad es que me cansé, le busqué la vuelta, pero no lo puedo mantener abierto”, contó a época con ojos húmedos.

Se cerró su vieja puerta de madera y tras de ella quedó ese mundo mágico. Solo nos quedan los recuerdos y mirar por la vieja rendija del pasado, de un lugar que nos enseñó a disfrutar de un café, a leer y a pensar, a contemplar las artes, escuchar melodías, pero sobre todo nos permitió soñar.

De un antiguo almacén a un bar bohemio

La Casa Nalda, una de las primeras casas de altos de la ciudad, se construyó hacia 1860 con la particularidad de ser un edificio de esquina sin ochava y fachada que combina una moderada propuesta académica con puertas y ventanas con arcos de medio punto en planta baja y arcos ojivales en planta alta.

Las barandas y pretil metálico que recorren la fachada, definen una de las esquinas destacadas del Centro Histórico de la antigua Ciudad de Corrientes. Sobre la casa hay muchas historias, entre ellas su rol durante la Guerra de la Triple Alianza, donde algunos dicen, funcionó un hospital de sangre.

“El Café El Mariscal nació como una iniciativa de Miguel Ángel Pujol Jr. y mía durante 1993, y se inauguró el 17 de diciembre de ese mismo año. Junior al poco tiempo se radicó en Los Ángeles. Desde ese mismo momento, Alcides, mi hermano, se convirtió en el alma mater del café y personaje indiscutido de la vieja esquina”, comentó en una entrevista anterior a época Gabriel Romero, impulsor del bar.

El español Adriano Nalda se instaló en Corrientes hacia mediados del siglo XIX, primero al servicio de una casa comercial y finalmente como propietario del importante negocio mayorista de ramos generales “El Vasco”. Hacia 1900 se remató el ingenio azucarero “Primer Correntino” y junto con su socio José Castillón adquirieron la fábrica, convirtiéndose así en uno de los grandes protagonistas de la historia económica de la provincia. La construcción del actual edificio de El Mariscal (Salta 969) data del año 1860.

Su estructura fue proyectada en base a un lenguaje academicista italianizante perteneciente al período Confederal y fue construido como residencia y local comercial. La obra incorpora detalles neogóticos como los arcos ojivales de la planta alta.

Posee además los tradicionales pretiles de hielo en la cornisa. Fue declarado a nivel nacional en 1986 parte del Área Monumental de la Plaza 25 de Mayo, según expresa el sitio web municipal visitcorrientes.tur.ar.

Fuente: Diario Época

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